- Sí, pero también te dije que yo también preguntaría. - contestó.
- Pero tú ya me has preguntado bastante, me toca a mí, ¿no?
- Está bien... Pregunta.
- ¿Cuánto hace que tienes el carnet de la moto? - rió.
- ¿En serio te importa esa tontería?
- Sí, qué pasa, ¿no lo tienes? - dije de broma.
- Claro que sí, al poco tiempo de cumplir los dieciséis.
- ¿Y cuánto hace que tienes los dieciséis?
- Cuatro meses.
- Así que... Eres primerizo con el carnet.
- Exacto. Me toca.
- No, yo tengo que preguntarte varias.
- No, hoy es una tú, una yo. Así tiene más gracia.
- Está bien... Pregunta.
- ¿Tienes hermanos o hermanas? - eso me hizo pensar, ya que sinceramente no estaba segura. Yo esperaba con todas mis fuerzas que sí, pero había pasado tanto tiempo ya que no sabía si perder las esperanzas o no.
- Creo que sí. - y ahí decidí contarle casi todo.
- ¿Crees?
- Sí... es una larga historia.
- Tengo tiempo.
- ¿Recuerdas los carteles que vimos cuando me acompañaste a mi casa y tu hermana preguntó por ellos?
- Sí, me acuerdo... ¿Qué pasa? - empezó a preocuparse.
- Ella... Es mi hermana.
Silencio. Y ahora sería cuando vienen los "oh, lo siento" "oh, pobrecita, y ¿estás bien?" "vaya... debe de ser muy duro, ¿no?" y "no te preocupes, todo irá bien" que tanto odiaba que me dijeran por eso.
- Lo sien...
- No lo digas. - le corté. Cierro los ojos y cuando los abro veo su cara de confusión. - Odio que me digan eso, de verdad.
- Ah, vale... Perdona.
- ¡Que no lo digas! - dije riendo.
- Bueno, no te preocupes, seguro que estará bien...
- Eso espero...
Nos quedamos callados un rato.
- Bueno me toca a mí, ¿no? - pregunté.
- Ajá, pregunta.
- Mm... ¿Qué tal los amores? - dije de broma. Empezó a reírse.
- ¿Y esa confianza de repente?
- Hombre, vivo en tu casa, tendré que estar al día por si alguna vez te traes a alguien... - dije divertida.
- Pues... Sinceramente, no soy de esos que se traen a chicas a casa, o de los que llegan tarde por estar con alguien ni nada. No soy muy "enamoradizo". Además, apenas salgo, estoy siempre cuidando a mi hermanita. - eso había sonado realmente tierno.
- Pero... Alguna vez saldrás, ¿no?
- Normalmente mis padres no están aquí, y no puedo dejar a mi hermana sola... Pero de vez en cuando va a casa de sus amigas a dormir y eso es cuando puedo salir, pero tampoco lo hago. Viene mi amigo a casa y pasamos el rato y ya está.
- Vaya... No te gusta mucho salir por lo que veo, ¿no?
- Depende de la compañía, por supuesto. - dijo con una sonrisa. Tenía una sonrisa realmente bonita. - Bueno, me toca preguntar.
- Qué remedio...
- Cuéntame cosas sobre ti, lo que más te gusta hacer.
- Leer, escuchar música...
- ¿Y...?
- Y escribir.
- ¿Escribes?
- Sí.
- ¿Y qué escribes?
- No sé... Nada importante, te lo aseguro. No soy muy buena. Normalmente escribo cosas que me pasan. Luego yo decido si la historia finaliza igual o distinta a la real. Es como fantasear con tu propio destino, como dibujar tu vida a tu gusto.
- ¿Has traído lo que escribes?
- Siempre lo llevo a todas partes, por si acaso. A veces las palabras me vienen solas en el momento y aprovecho y las escribo.
- ¿Y dónde lo tienes?
- Arriba, ¿por qué lo quie... - no me dio tiempo a terminar la frase. Sonrió maliciosamente y fue corriendo a mi habitación. Corrí detrás de él, pero era bastante rápido, vaya. Empezó a mirar pero no sabía lo que era. Aproveché y atrapé rápido la pequeña libretita que estaba tan gastada. Pronto tendría que comprar una nueva.
- Oh, ¡venga ya! - dijo resignado. - Algún día me dejarás leerla, ¿no?
- Jamás.
- ¿Por qué?
- Simple. Porque no.
- A saber qué escribirás tú ahí para que yo no pueda leerlo... - dijo con segundas.
- ¡No seas mal pensado! - le di un golpe en el brazo. Se miró el brazo con la boca abierta, y después me miró a mí, de nuevo con esa sonrisa maliciosa. No tuve tiempo para reaccionar cuando lo tenía literalmente encima haciéndome cosquillas.
- ¡Pagarás por haberme pegado, Miranda!
- ¡Para, para, para! - decía entre risas. - ¡Socorro, para, para! - pero no paraba. No sé cómo lo hice, pero conseguí darme la vuelta y acabar a la inversa. Empecé a hacerle cosquillas yo. - ¿Quién se rie ahora, eh? Esto te enseñará a no cotillear mis cosas. Seguí haciéndole cosquillas un buen rato hasta que empezó a sonar mi móvil desde el salón. Fui hasta allí rápido ya que pensaba que sería algo importante por la hora que era. Descolgué. - ¿Diga? - pregunté yo.
- ¿Es usted Miranda Gómez? - escuché al otro lado del teléfono a un hombre con una voz seria.
- Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
- Soy el Agente García de la policía. Hemos intentado comunicarnos con sus padres pero están ilocalizables.
- Ah... Y, ¿qué quería, Agente?
- ¿Podría venir un momento a la comisaría? Hemos encontrado algo y es preciso que venga.
- ¿Ahora?
- Claro, si no, no la llamaría a estas horas, ¿no cree?
- Tiene razón. Bueno, en un rato estoy allí.
- Hasta luego.
No me dio tiempo a responder cuando ya había colgado.
- ¿Quién era? ¿Qué pasa? - preguntó Ben.
- Tengo que ir a la comisaría.
-¿Por qué?
- No lo sé, no me lo han dicho. Mientras hablaba estaba metida en la habitación cambiándome de ropa y él al otro lado de la puerta.
- Te llevaré.
- No.
- ¿Por qué no?
- No es necesario que vengas.
- La comisaría queda lejos de aquí. Abrí la puerta de la habitación y me quedé mirándole.
- Está bien. - contesté mientras me dirigía hasta la entrada. Él iba detrás mía. - Lo que no entiendo es dónde se habrán metido mis padres. Dicen que están ilocalizables. Llegamos a la moto, me tendió un casco y me lo puse. De camino iba pensando, y las esperanzas crecían. Quizás habían encontrado alguna pista para encontrarla. Cuando quise darme cuenta, ya habíamos llegado. Ben no había terminado de apagar la moto cuando yo ya estaba abajo.
- ¡Espérame aquí! - dije. Entré a la comisaría y pude ver como un agente estaba esperando a alguien. - ¿Agente García?
- Miranda Gómez, ¿no?
- Sí.
- Sígueme. Me llevó hasta una sala. Había una mesa enorme y algo encima tapado con una especie de plástico. Ese "algo" tenía forma de persona. Empecé a temerme lo peor. La cara me cambió completamente, poniéndome muy seria. El agente también estaba serio, y otra mujer que había allí dentro también. Yo aún tenía un poco de esperanzas de que no fuese lo que yo pensaba.
- Miranda, sabemos que esto es difícil. Muy difícil. De hecho, no queríamos que vinieras tú por esa razón, pero no conseguimos localizar a tus padres. - dijo la mujer con una voz cálida. Yo estaba totalmente petrificada. - ¿Estás preparada?
- Sí.
Bajó el plástico un poco, lo suficiente para ver esa cara que reconocería en cualquier parte.
Era ella.
Ella, solo que mucho más diferente que la última vez que la vi. Con golpes y sangre en la cara. Algo que hubiese preferido no haber visto.
- La encontramos cerca de donde "perdimos" a tu hermana. La hemos investigado y la agredieron y luego mataron a base de golpes. - dijo la mujer. Cada una de esas palabras me dolió como mil patadas en el pecho.
- ¿Es tu hermana, Miranda? - preguntó el Agente. Yo estaba completamente petrificada, viendo la imagen, cada vez más nublosa por el mareo que me estaba entrando y por las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.
- Sí, es ella. - contesté al rato en voz muy baja y con la voz quebrada.
- Lo siento. - dijo la mujer. - Gracias por haber venido a estas horas.
Apenas acabó la frase, yo estaba saliendo por la puerta de esa habitación, y luego de la comisaría. Rápido, huyendo de la realidad. De lo miserable que me sentía. Ahí debería de haber estado yo, no ella. Yo. No sabía donde ir, en frente de la comisaría había un garaje y fui rápido hasta él, dándole golpes y llorando como nunca antes había llorado. Al poco tiempo noté unos brazos rodeándome, intentando separarme del garaje y aguantándome para que me estuviese quieta.
- ¡No, suéltame! - dije mientras seguía llorando. - ¡Déjame! Pero Ben no me soltaba. Al final, caí al suelo de rodillas, pero caí levemente porque él suavizó la caída aguantándome como pudo. Yo seguía llorando. Me estaba quedando sin respiración y me estaba mareando. Ya no podía más.
- Sh, tranquila Miranda, tranquilízate, por favor... Todo va a ir bien...
¿¡Bien!? ¡Cómo iba a ir todo bien! ¡Ella ha muerto, las pocas esperanzas que tenía, se habían desvanecido por completo! Pero yo no tenía fuerzas para hablar, estaba demasiado nerviosa. No paraba de llorar. Así estuve un buen rato, no sé cuándo tiempo pasó, pero Ben no se movió de mi lado.
- Venga, vamos a casa.
- No pienso moverme de aquí.
- Pues me quedaré aquí contigo hasta que tengas ganas de irte.
- Ah, vale... Perdona.
- ¡Que no lo digas! - dije riendo.
- Bueno, no te preocupes, seguro que estará bien...
- Eso espero...
Nos quedamos callados un rato.
- Bueno me toca a mí, ¿no? - pregunté.
- Ajá, pregunta.
- Mm... ¿Qué tal los amores? - dije de broma. Empezó a reírse.
- ¿Y esa confianza de repente?
- Hombre, vivo en tu casa, tendré que estar al día por si alguna vez te traes a alguien... - dije divertida.
- Pues... Sinceramente, no soy de esos que se traen a chicas a casa, o de los que llegan tarde por estar con alguien ni nada. No soy muy "enamoradizo". Además, apenas salgo, estoy siempre cuidando a mi hermanita. - eso había sonado realmente tierno.
- Pero... Alguna vez saldrás, ¿no?
- Normalmente mis padres no están aquí, y no puedo dejar a mi hermana sola... Pero de vez en cuando va a casa de sus amigas a dormir y eso es cuando puedo salir, pero tampoco lo hago. Viene mi amigo a casa y pasamos el rato y ya está.
- Vaya... No te gusta mucho salir por lo que veo, ¿no?
- Depende de la compañía, por supuesto. - dijo con una sonrisa. Tenía una sonrisa realmente bonita. - Bueno, me toca preguntar.
- Qué remedio...
- Cuéntame cosas sobre ti, lo que más te gusta hacer.
- Leer, escuchar música...
- ¿Y...?
- Y escribir.
- ¿Escribes?
- Sí.
- ¿Y qué escribes?
- No sé... Nada importante, te lo aseguro. No soy muy buena. Normalmente escribo cosas que me pasan. Luego yo decido si la historia finaliza igual o distinta a la real. Es como fantasear con tu propio destino, como dibujar tu vida a tu gusto.
- ¿Has traído lo que escribes?
- Siempre lo llevo a todas partes, por si acaso. A veces las palabras me vienen solas en el momento y aprovecho y las escribo.
- ¿Y dónde lo tienes?
- Arriba, ¿por qué lo quie... - no me dio tiempo a terminar la frase. Sonrió maliciosamente y fue corriendo a mi habitación. Corrí detrás de él, pero era bastante rápido, vaya. Empezó a mirar pero no sabía lo que era. Aproveché y atrapé rápido la pequeña libretita que estaba tan gastada. Pronto tendría que comprar una nueva.
- Oh, ¡venga ya! - dijo resignado. - Algún día me dejarás leerla, ¿no?
- Jamás.
- ¿Por qué?
- Simple. Porque no.
- A saber qué escribirás tú ahí para que yo no pueda leerlo... - dijo con segundas.
- ¡No seas mal pensado! - le di un golpe en el brazo. Se miró el brazo con la boca abierta, y después me miró a mí, de nuevo con esa sonrisa maliciosa. No tuve tiempo para reaccionar cuando lo tenía literalmente encima haciéndome cosquillas.
- ¡Pagarás por haberme pegado, Miranda!
- ¡Para, para, para! - decía entre risas. - ¡Socorro, para, para! - pero no paraba. No sé cómo lo hice, pero conseguí darme la vuelta y acabar a la inversa. Empecé a hacerle cosquillas yo. - ¿Quién se rie ahora, eh? Esto te enseñará a no cotillear mis cosas. Seguí haciéndole cosquillas un buen rato hasta que empezó a sonar mi móvil desde el salón. Fui hasta allí rápido ya que pensaba que sería algo importante por la hora que era. Descolgué. - ¿Diga? - pregunté yo.
- ¿Es usted Miranda Gómez? - escuché al otro lado del teléfono a un hombre con una voz seria.
- Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
- Soy el Agente García de la policía. Hemos intentado comunicarnos con sus padres pero están ilocalizables.
- Ah... Y, ¿qué quería, Agente?
- ¿Podría venir un momento a la comisaría? Hemos encontrado algo y es preciso que venga.
- ¿Ahora?
- Claro, si no, no la llamaría a estas horas, ¿no cree?
- Tiene razón. Bueno, en un rato estoy allí.
- Hasta luego.
No me dio tiempo a responder cuando ya había colgado.
- ¿Quién era? ¿Qué pasa? - preguntó Ben.
- Tengo que ir a la comisaría.
-¿Por qué?
- No lo sé, no me lo han dicho. Mientras hablaba estaba metida en la habitación cambiándome de ropa y él al otro lado de la puerta.
- Te llevaré.
- No.
- ¿Por qué no?
- No es necesario que vengas.
- La comisaría queda lejos de aquí. Abrí la puerta de la habitación y me quedé mirándole.
- Está bien. - contesté mientras me dirigía hasta la entrada. Él iba detrás mía. - Lo que no entiendo es dónde se habrán metido mis padres. Dicen que están ilocalizables. Llegamos a la moto, me tendió un casco y me lo puse. De camino iba pensando, y las esperanzas crecían. Quizás habían encontrado alguna pista para encontrarla. Cuando quise darme cuenta, ya habíamos llegado. Ben no había terminado de apagar la moto cuando yo ya estaba abajo.
- ¡Espérame aquí! - dije. Entré a la comisaría y pude ver como un agente estaba esperando a alguien. - ¿Agente García?
- Miranda Gómez, ¿no?
- Sí.
- Sígueme. Me llevó hasta una sala. Había una mesa enorme y algo encima tapado con una especie de plástico. Ese "algo" tenía forma de persona. Empecé a temerme lo peor. La cara me cambió completamente, poniéndome muy seria. El agente también estaba serio, y otra mujer que había allí dentro también. Yo aún tenía un poco de esperanzas de que no fuese lo que yo pensaba.
- Miranda, sabemos que esto es difícil. Muy difícil. De hecho, no queríamos que vinieras tú por esa razón, pero no conseguimos localizar a tus padres. - dijo la mujer con una voz cálida. Yo estaba totalmente petrificada. - ¿Estás preparada?
- Sí.
Bajó el plástico un poco, lo suficiente para ver esa cara que reconocería en cualquier parte.
Era ella.
Ella, solo que mucho más diferente que la última vez que la vi. Con golpes y sangre en la cara. Algo que hubiese preferido no haber visto.
- La encontramos cerca de donde "perdimos" a tu hermana. La hemos investigado y la agredieron y luego mataron a base de golpes. - dijo la mujer. Cada una de esas palabras me dolió como mil patadas en el pecho.
- ¿Es tu hermana, Miranda? - preguntó el Agente. Yo estaba completamente petrificada, viendo la imagen, cada vez más nublosa por el mareo que me estaba entrando y por las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.
- Sí, es ella. - contesté al rato en voz muy baja y con la voz quebrada.
- Lo siento. - dijo la mujer. - Gracias por haber venido a estas horas.
Apenas acabó la frase, yo estaba saliendo por la puerta de esa habitación, y luego de la comisaría. Rápido, huyendo de la realidad. De lo miserable que me sentía. Ahí debería de haber estado yo, no ella. Yo. No sabía donde ir, en frente de la comisaría había un garaje y fui rápido hasta él, dándole golpes y llorando como nunca antes había llorado. Al poco tiempo noté unos brazos rodeándome, intentando separarme del garaje y aguantándome para que me estuviese quieta.
- ¡No, suéltame! - dije mientras seguía llorando. - ¡Déjame! Pero Ben no me soltaba. Al final, caí al suelo de rodillas, pero caí levemente porque él suavizó la caída aguantándome como pudo. Yo seguía llorando. Me estaba quedando sin respiración y me estaba mareando. Ya no podía más.
- Sh, tranquila Miranda, tranquilízate, por favor... Todo va a ir bien...
¿¡Bien!? ¡Cómo iba a ir todo bien! ¡Ella ha muerto, las pocas esperanzas que tenía, se habían desvanecido por completo! Pero yo no tenía fuerzas para hablar, estaba demasiado nerviosa. No paraba de llorar. Así estuve un buen rato, no sé cuándo tiempo pasó, pero Ben no se movió de mi lado.
- Venga, vamos a casa.
- No pienso moverme de aquí.
- Pues me quedaré aquí contigo hasta que tengas ganas de irte.
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