sábado, 25 de mayo de 2013

Capítulo 8.

- No hay por qué darlas. - dijo él, con una media sonrisa. - En todo caso debería darlas yo, por hacerme sentir que puedo confiar en alguien de verdad después de mucho tiempo. No confiaba así en nadie desde... Bueno, desde él.
Entonces empecé a sentirme mal. Si él confiaba tanto en mí, ¿por qué no le contaba toda mi verdad? Por el miedo a que no quisiera seguir así conmigo, tal vez... Pero me siento injusta.
- Esto, Ben...
- Dime.
Cojo aire. Ahora o nunca, Miranda.
- Ahora que tú me has contado "tu historia", creo que debería contarte la mía.
- Adelante, soy todo oídos. - dijo sonriendo.
- Verás... Mi hermana melliza Julia y yo no nos llevábamos especialmente bien... Discutíamos bastante, pero la mayoría de las veces era porque ella intentaba protegerme y alejarme de lo malo, y yo pues me molestaba y le contestaba mal. Se podría decir que yo estaba "yendo por el mal camino", y que ella era la buena, la mejor, la que estudia y saca buenas notas, la que nunca desobedece, la responsable, la que tiene el grupo de amigas bueno, incluso a "el novio perfecto". Era la "hija perfecta", la que todos los padres desearían tener. A mí, en cambio, nunca me han echo gracia los estudios, he sido más desobediente, más "contestona", nunca llegué a tener amigas de verdad porque a eso no se le podían llamar amigas... Éramos como el día y la noche. Pero, a pesar de todo, y aunque nunca se lo demostraba, la quería muchísimo, y la sigo queriendo. Es más, de pequeñas nos llevábamos muy bien, éramos inseparables, pero cuando entramos en el instituto, yo conocí a personas que no debí conocer, y me enseñaron cosas malas... Empecé a fumar, a beber, a saltarme horas de clase... Malas influencias, pero la culpa era mía que me dejaba influenciar. Y mi hermana que lo único que hacía era intentar que yo no me equivocara más, pues me decía cosas y al final yo lo pagaba todo con ella. Un día, unos del instituto organizaron una fiesta en un campo que tenían e invitaron a todo el mundo. Por una vez en todo lo que llevábamos de instituto, coincidimos las dos en una fiesta. Mis padres no se cansaron de decirnos que cuidáramos la una de la otra, que si una se encontraba mal la otra estuviese con ella... Lo normal que hacen las hermanas. Cuando pasaron unas cuantas horas de la fiesta, yo iba ya mal. Me había hartado de beber y fumar, y la mayoría de las cosas las hacía sin saber. Es más, gran parte de la fiesta no la recuerdo. El caso es que cuando ya me encontraba mal Julia se acercó a mí a verme, y me dijo que saliéramos a la puerta del campo para que me diera el aire y me despejaba, ya que la cantidad de gente que había en la fiesta era increíble. Yo salí a regañadientes, y empezó a echarme la bronca, a decirme que no debía esto, que no debía de hacer lo otro... Y empezamos a discutir, empezamos a echarnos cosas en cara de todos esos años malos que hemos pasado. Yo me fui por un camino y ella por otro, fuera del campo. Estuve un rato deambulando por los caminos, pensando en lo pesada que era y en que ya me había amargado la noche. Estábamos las dos muy nerviosas, y habíamos discutido como nunca. Al cabo de un rato, llegue a la fiesta. Yo seguía a mi bola, pero de vez en cuando pensaba en dónde estaría ella, ya que no la veía por ningún lado. Se acabó la fiesta, y todo el mundo se iba, hasta que quedamos solo yo y los que organizaron la fiesta. Las amigas de mi hermana se habían ido y mi hermana no estaba con ellas. Mi hermana no había vuelto a la fiesta desde que discutimos. Entonces fui por el camino que había cogido ella, me lo recorrí entero y no la encontré. No sé cuanto anduve, pero fue lo imposible que ella habría podido andar. Hasta que llegué al fin del camino, y no había nada. Llegué a salirme del camino, a ver si se había ido por los árboles o algo, cosa que ella nunca haría porque sabía que así se perdería, pero no la encontré. Llegué al campo corriendo, llorando, diciendo que llamaran a la policía que había desaparecido. Cuando mis padres se enteraron, les afectó muchísimo, y todo el mundo me echó la culpa a mí. Mis padres, las amigas y el novio de Julia... Todo el mundo. Entonces me aislé. El día siguiente de la fiesta, reflexioné en las últimas palabras que me había dicho mi hermana, y me di cuenta en que tenía razón, y que no debía seguir así. Dejé de salir con las que eran mis "amigas". No salía ni con ellas ni con nadie. Me aislé completamente. Dejé de beber, de fumar, de todo. Al principio pensaba que algún día la encontrarían, o eso quería pensar. Cuando fueron pasando los meses, ya perdí las esperanzas, aunque alguna quedaba en el fondo... Muchas veces pensé en hacer alguna "tontería" y quitarme del medio, porque la forma en que yo me sentía era insoportable, pero nunca tuve el coraje de hacer nada. Me sentía culpable, me sentía la peor persona del mundo. Y hoy cuando llegué a la comisaría, me hicieron reconocer el cuerpo. Habían abusado de ella y luego la mataron a base de golpes, pero no se sabe quién ha sido, o eso creo... - conforme había ido contando todo, las lágrimas acumuladas en mis ojos eran mayores, y el nudo de la garganta crecía y crecía, pero yo aguantaba las ganas de llorar. Hasta ahora, ya no aguanté más. Empecé a llorar fuerte, sollozaba mucho. Ben me abrazó y me apretó fuerte contra su pecho. - Ben, soy la peor hermana del mundo. Y los últimos años que pude pasar con mi hermana los desaproveché discutiendo siempre con ella, sin entenderla, cuando ella lo único que quería era que yo estuviese bien. Siempre se ha preocupado por mí, y lo que no sabe es que ella a mí también me importaba, pero nunca lo demostraba. Las últimas palabras que tuvimos fueron una pelea más de todas las que tuvimos, pero yo creo que fue de las más fuertes. Y no quiero ni imaginarme lo que le hicieron los cabrones que la hubiesen secuestrado. ¡Deberían haberme cogido a mí, y haberme matado a mí! ¡Todo esto es por mi culpa!
Y continué llorando un rato, igual o más que antes. Él permaneció callado, cosa que agradecía. Me acariciaba el pelo para que me tranquilizaba. Cuando pasó un rato largo, habló.
- Miranda, tranquila... ¿Te has desahogado? - no esperaba esa pregunta. ¿Me había desahogado? Lo cierto es que... sí. Nunca había contado esta historia. Nunca desde mi punto de vista verdadero. Nunca como me he sentido realmente. Hasta hoy. Y, en realidad, es como si me hubiese quitado un pequeño peso de encima.
- Sí... Un poco.
- Eso está bien. Tener tanto tiempo las cosas dentro nos hace más daño que las propias cosas, Miranda.
- Pero... No esperaba esa pregunta. - dije extrañada. - Esperaba que me juzgases, o incluso que no quisieras saber nada más de mí. - se le escapó un poco de risa, de incredulidad, creo. ¿Por qué reaccionaba así? Se puso serio de nuevo.
- ¿Por qué crees que reaccionaría así?
- Es como reaccionaron todos... Y tienen razón. La culpa la tuve yo.
- No seas injusta contigo misma. Ya es suficiente dolor haber perdido a tu hermana como para también culparte por ello.
- Pero es que yo soy la culpable de...
- No. - me cortó. - Tú no has tenido la culpa. Lo mismo que le ha pasado a ella te podría haber pasado a ti. Simplemente, le tocó a ella. Que ella estaba sola por el camino porque habíais discutido, sí, pero eso no te convierte en culpable. Tú también te fuiste sola.
- Y si según tú yo no tengo la culpa, ¿por qué la gente me echó la culpa a mí?
- La mayoría de las personas tiende a buscar un culpable de las cosas para poder desahogarse de alguna manera. Y la persona más cercana a eso, eras tú, ya que no se encontraron a los secuestradores.
- Yo sigo pensando que soy culpable...
- No lo eres. Métete eso en la cabeza, por favor. Y no pienses más en que no iba a querer saber nada de ti, anda. Tú no tienes la culpa. Sé perfectamente que detrás de todo ese muro que tienes, esa impresión que das, detrás de todo eso hay una chica sensible y buena, como la que eras antes de entrar en el instituto, según lo que me has contado. Y lo supe desde el primer momento en que te vi. Esa chica que eres conmigo, sé que esa eres tú, no la que aparentabas ser de que no te importaba nada.
Y le abracé, realmente agradecía mucho eso. Era la primera persona que no me culpaba de nada desde aquel día.
- Muchas gracias por todo Ben... Nunca podré agradecerte todo lo que haces por mí... - dije bajito en su oído.
- Sabes que no hay nada que agradecer, y estoy encantado de hacer lo que hago por ti. - contestó en tono dulce.
Perdí la noción del tiempo mientras estaba así, pero no fue mucho rato porque me quedé dormida en el sofá abrazada a Ben.

sábado, 2 de marzo de 2013

Capítulo 7.

No sé cuánto tiempo pasó, lo que sí sabía era que él no se movió de mi lado desde la última vez que habló. Hacía frío, pero yo apenas lo notaba ya que él me abrazaba por detrás.
Si no hubiese sido por cómo me encontraba en estos momentos, hubiese pensado que era una escena tonta, típica de cualquier tontería.
Una chica tirada en el suelo llorando desconsolada en un garaje en frente de una comisaría, y un chico por detrás abrazándola para que se tranquilizara, o para consolarla.
Pero no era como cuando lo ves en una película, es de verdad.
Y si duele viéndolo en una película, en la realidad no puedes imaginarte lo que duele.
Yo seguía llorando, tal vez llorando lo que llevo aguantando todo este tiempo, el tiempo que llevo aguantándome las ganas para que nadie me vea llorar.
Porque todo lo que no quería que ocurriese, finalmente ha ocurrido.
Aunque en el fondo lo sabía, pero no quería darme cuenta de la realidad.
Pero, como dicen, cuando llevas tanto tiempo intentando evitar la realidad, al final te acaba aplastando. Sollozo más fuerte aún.
- Eh... Relájate, por favor... Venga, vayámonos por favor, aquí no vamos a solucionar nada...
- No, no quiero irme... Vete tú.
- No pienso dejarte sola, voy a irme a casa y tú vas a venir conmigo.
- No, quiero quedarme aquí.
- No me obligues a llevarte en brazos. - dijo en tono serio.
- No voy a moverme de aquí.
Y entonces noté como alguien me cogía en volandas. Yo intenté zafarme, pero al final me rendí y me agarré a su cuello, llorando en su pecho, llenándole la camiseta de lágrimas, lágrimas que no iban a arreglar nada...
Volvimos andando, no sé que hizo con la moto, pero supongo que la recogerá mañana. Aunque agradezco que volvamos andando. Agradezco su calidez, sus brazos sosteniéndome.
Cuando quise darme cuenta, estaba abriendo la puerta con la llave. Me subió escaleras arriba y me dejó en la cama, yo había parado de llorar pero aún respiraba de forma irregular.
- Miranda, por favor, relájate y descansa, mañana será otro día. Duérmete.
Y dicho eso salió del dormitorio y cerró la puerta.
Yo continué tal como me dejó, inmóvil, silenciosa, solo oyendo mi respiración.
Cuando pasó un rato, me levanté y abrí la maleta, sacando un pequeño álbum de fotos que llevo siempre conmigo, y de nuevo empecé a llorar, intentando controlar los sollozos porque no quería despertar a Clara.
Alguien llama a la puerta, espera unos segundos, y la abre despacio. Entonces se asoma Ben, con la ropa de antes aún puesta y un poco despeinado.
- Probablemente quieras estar sola... Pero si necesitas o quieres compañía, si quieres hablar o simplemente que alguien esté contigo a tu lado, estoy aquí.
- Gracias. - digo como puedo, ya que me quedo sin respiración.
- ¿Quieres venir abajo? Te hago un cola cao si quieres o lo que quieras, o una infusión...
- Una tila me vendría bien... Gracias.
Me tiende la mano para que vaya con él, se la cojo y bajamos.
- Siéntate en el sofá, que ahora vengo yo.
Y al poco rato, vuelve de la cocina con una tila para mí. Se sienta a mi lado, me la escurre y me la da. Le sonrío en forma de agradecimiento, y le abrazo fuerte. Apenas conozco a Ben, pero me ha ayudado y me siento con él como no me había sentido con alguien en mucho tiempo. Me ha dejado estar en su casa, me ha buscado cuando he necesitado su ayuda, ha estado conmigo cuando nadie lo ha estado. Él me devuelve el abrazo, y cuando pasa un rato ya me siento más relajada.
- Venga va, tómate la tila que te va a sentar bien.
Y me la tomo, pero sigo recostada en él. Me acaricia el pelo, y eso me relaja bastante.
- Yo tenía un hermano mayor. - comienza a decir Ben. - Se llamaba Lucas. - eso lo dijo con cierta nostalgia.
- Apenas tenía dos años más que yo, pero Clara no se acuerda de él... Él era el que estaba siempre conmigo, al que le contaba todas mis tonterías y el primero que iba cuando alguien me insultaba o yo me peleaba con alguien. Muchos días, cuando él estaba en el instituto y salía antes y yo estaba aún en el colegio, iba a recogerme. Me encantaba que hiciese eso. Cuando lo veía en la puerta, miraba a todos mis amigos como diciendo "eh, ahí esta mi hermano, es el mejor". Lo tenía idolatrado, era lo mejor para mí. Era perfecto, mi hermano. Uno de esos días, íbamos cruzando por un paso de peatones, pero un coche se lo saltó... Todo pasó demasiado rápido. Me quedé inconsciente. Lo primero que oí después de eso fue una sirena de ambulancia cerca. Luego notaban como me subían a algo, ruido, y mucha, mucha gente hablando fuerte. Después de eso, me desperté en el hospital. Mis padres estaban en mi habitación, con los ojos de haber estado llorando, pero cuando me vieron despertarme se les formó una pequeña sonrisa. Clara estaba con mi abuela creo, ella entonces era bastante pequeña. Nada más despertarme, pregunté por mi hermano. Lo último que recordaba en ese momento era que volvía del colegio con él, y ahora yo estaba ahí. Mis padres se miraron, y me cambiaban de tema. Pero a todo lo que me decían yo preguntaba que dónde estaba mi hermano. No contestaban. Hasta que en un momento empezaron a llorar, sin decirme nada. Yo estaba muy cansado aunque no recordaba por qué, y tenía puesto un gotero, pero no sé de dónde saqué las fuerzas que me quité el gotero de mala manera, me hice daño, pero aún así me levanté rápido de la cama y salí corriendo de la habitación. Yo escuchaba a mis padres llamándome "¡Ben!" "¡Ben, espera!, ¿dónde vas?, ¡Ben!". En realidad no sabía a dónde iba. Iba buscando algo, a alguien que me dijera dónde estaba mi hermano, porque ellos no me lo contaban. Entonces me paré delante de una sala. Y él estaba allí acostado en una camilla. Cuando iba a entrar, uno de los médicos me lo intentó impedir, pero como yo era pequeño, pasé por debajo de su brazo y entré corriendo, cerrando la puerta con pestillo después de entrar. Me acerqué despacio, y lo vi ahí acostado, "durmiendo", pensaba yo, pero estaba muy mal de aspecto, lleno de moretones y un poco ensangrentado. Fue cuando me fijé en que debajo de su camiseta rajada, había unas marcas de quemaduras en su pecho. Empecé a relacionar y fue cuando empecé a darme cuenta de todo. Entonces fui consciente de las voces de detrás de la puerta gritando mi nombre y otros nombres para que abriesen la puerta, fui consciente del por qué de mis padres llorando y con esas malas caras, y fui consciente de el continuo "piiiiiiii" que se escuchaba de la máquina que estaba conectada a Lucas. Fue en un instante, pero que se hizo interminable. Y entonces me abracé a él y lloré, lloré muy fuerte, como nunca había llorado. Consiguieron entrar y mis padres tiraban de mí e intentaban separarme de mi hermano, pero no lo conseguían. Yo solo lloraba, pataleaba, y gritaba "¡no, no! ¡dejadme, dejadme con Lucas! ¡no!", y no le soltaba. Hasta que, al final, consiguieron soltarme de él y me llevaron a mi habitación, aunque yo seguía pataleando, llorando y gritando. Finalmente, después de estar mucho rato en la cama de la habitación llorando y llorando, fui capaz de preguntar a mis padres lo que pasó. Y me contaron que cuando íbamos cruzando, un coche nos atropelló, pero Lucas me empujó para que el coche no me diese a mí, y el golpe de la caída fue lo que me dejó inconsciente, pero no me pasó nada grave. Sin embargo, a él le dio de pleno el coche, intentaron reanimarlo, pero... - paró para coger aire, estaba a punto de llorar, aunque yo ya había soltado alguna que otra lágrima. Respiró hondo y sacó una foto de su bolsillo. - ¿Sabes? En parte, envidio a Clara, porque ella no recuerda nada de él, y evitamos que vea fotos ni nada sobre él para que no pregunte. Pero en el fondo yo no me arrepiento de acordarme. Porque, aunque recuerde el sufrimiento que pasé ese día y el año siguiente, también recuerdo los buenos momentos y tengo las fotografías, lo que me hace saber que fue real, que él existió, y que esté donde esté sigue conmigo. - Me acerca la fotografía. Puedo ver un mini Ben a los hombros de alguien muy parecido a él, los dos sonriendo, muy felices. Le miro y le veo un par de tímidas lágrimas cayendo por su mejilla, y se las seco con el puño de mi camiseta. - ¿Sabes? A pesar del tiempo que ha pasado, aún le echo de menos... Porque de los momentos de mi infancia, los único que recuerdo son los que pasé con él. Era lo más importante para mí. Y por eso soy tan "protector" con Clara. Perdí a mi hermano, no quiero perder a mi hermana pequeña. Ella lo es todo para mí, gracias a ella no estoy solo porque mis padres casi nunca están.
Después de esto, se hizo un enorme silencio. Suspiró, como si se hubiese quitado un peso de encima.
- Nunca le había contado esto a nadie, no tan detallado. - confesó. - Tal vez alguna vez he tenido que decir que mi hermano murió en un accidente, pero nunca lo había contado así... Me das confianza, Miranda. Y entiendo por lo que estás pasando, por eso mismo te lo estoy contando. Pero aunque tu hermana ya no esté aquí, en tu corazón sí que va a estarlo siempre contigo.
- Gracias por confiar en mí. - le dije al cabo de un rato con una pequeña sonrisa, y le aprieto la mano en señal de aprecio y ánimo.